Más de 44 años estando a “remo y viento”, una piel agrietada y seca, quemada por los castigadores rayos del sol lo confirman; Sus ojos cansados cuentan como Oriol Valenzuela Leal inició la pesca con tan solo 14 años de edad, dejando atrás sus sueños.

Con convicción, inocencia y resignación por tener una vida mejor, aceptó seguir la tradición familiar, vivir su vida encima de las olas.

Nació en el seno de una familia de escasos recursos económicos, con 9 hermanos; Vivió su infancia en la Isla Nixcoco en la Bahía Navachiste, pero  un incendio los llevó al naufragio, la familia Valenzuela Leal como el resto de los habitantes sobrevivieron y fundaron lo que hoy es denominado Campo Pesquero El Huitussi, en el municipio de Guasave.

“Inicié en la pesca por falta de oportunidad, somos muchos de familia, no había escuelas aquí, nos tendríamos que trasladar a Guasave, pero nunca dejé de soñar, yo quería seguir estudiando”, comentó con anhelo en su mirar.

Sofocando un gemido de cansancio y con la esperanza en sus ojos, detalló sus planes “¡Quería ser contador!” pero las inclemencias del tiempo nuevamente se atravesaron en su camino, con la llegada del Huracán Paúl sus sueños se vieron destrozados nuevamente; los ahorros ya no serían para su educación.

“Me puse ahorrar, pero en eso llega el chubasco, estando solo sin mis padres, tuve que decidir entre hacerme una casita o comprar un carrito y estudiar” manifestó.

La vida de Oriol no ha sido un cuento de hadas, el destino muchas veces jugó en su contra, sus sueños no se harían posibles, con 20 años se casó, justamente después del compromiso con su esposa “Rosalinda” llegaron los hijos y con ello los gastos.

Un rudo hombre de mar, que con tanto zarpe y arribo en diferentes pequeñas “pangas” siempre ha sido abrigo de su familia.

“Pero me propuse que aunque sea uno de mis sueños se haría realidad con mis hijos, yo soñé que tuvieran una carrera y lo logré, me siento satisfecho y feliz”, dijo con su piel caliente, sucia e infinitamente cansada de ir a la deriva de este mar llamado vida. “Ya que estudien mis hijos, voy a estudiar yo, podré hacerlo”, señaló.

Pero los años no han pasado “en balde” manifestó Oriol, las arrugas en su rostro y las abundantes canas en su cabellera son muestra de ello; cuenta que la sobreexplotación, la contaminación y el azolve han venido a mermar las temporadas, dejando de ser redituables, por lo que se estancó una vez más, no podía estudiar contabilidad.

El pescador es atraído por la aventura en altamar, por el poder tener fluidez económica y a pesar de la escasez de los mares Oriol seguirá navegando.

“La vida del pescador es hasta que se muere, últimamente ya no me gustan los golpes en altamar pero seguiré mientras tenga salud”. concluyó.